Por Yamila Cafrune y Marcelo Ratti
Para el 17 de agosto
Para el 17 de agosto queremos compartir un chamamé que seguramente muchos lo conocen y que forma parte del repertorio del proyecto “El folclore va a la escuela”, se trata de José correntino, de Z. Alcayaga y W. Belloso. Tomando como punto de partida el género musical al que pertenece la canción, abordaremos todos los elementos posibles de la misma para poder ilustrarles acerca de sus raíces, su historia, sus variantes, etc.
CON USTEDES.... ¡EL CHAMAMÉ!
El chamamé es la danza por excelencia de la zona litoraleña argentina (también llamada Mesopotamia), abarcando ésta a la provincia de Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Santa Fe, Chaco y Misiones.
Varias han sido las palabras utilizadas para denominarlo, pero podemos llegar a la conclusión que “chamamé” proviene de la frase en idioma guaraní “ñe´e mboé jeroky” que quiere decir “cantos danzas”.
Si bien su base musical es indígena, tiene mucha influencia de la música de los pueblos inmigrantes, ya que tiene aportes de la música alemana (como por ejemplo, el uso del acordeón, bandoneón y en parte, su compás) y de la música española (a través de la labor de los jesuitas en las comunidades guaraníes).
Lo cierto es que amén de lo puramente musical, de sus influencias y de su vocabulario, el chamamé va mucho más allá de lo puramente musical: hace referencia a lo cultural, a la expresión personal y colectiva de toda una comunidad.
Originalmente, el chamamé fue una danza de pareja, que se bailaba en las zonas rurales. Cuando comenzaron las grandes migraciones del pueblo de origen guaraní por todo el país (ya sea por mudanzas provocadas por trabajo –las emigraciones golondrinas- o por causas familiares) el chamamé también sufrió variaciones, convirtiéndose en un género vocal-instrumental. Comenzó a ser conocido en otras ciudades, y, por ende, a ser danzado en otras provincias.
Actualmente, el chamamé se canta, toca y baila en la zona del litoral y en todo el país, siendo muy difundido en países vecinos (Uruguay y Brasil, particularmente).
En nuestro país se ha generalizado su interpretación con guitarra, bandoneón –o verdulera- y contrabajo (cuando hablamos de su versión instrumental). Si a estos instrumentos le agregamos la voz humana, tendremos su versión interpretada o cantada.
En cuanto a la vestimenta, diremos que el varón llevaba bombacha, generalmente de colores oscuros o bataraza (a cuadritos blancos y negros, muy chiquitos). La camisa era de algodón y el pañuelo solía diferenciarse por el color que llevaba (generalmente el color de su divisa política). También vestía una faja del tipo vasco y sobre ésta un cinto ancho.
El cuchillo lo colocaba sobre el lado derecho de la cintura y en la parte posterior de la misma, sujetándolo entre la faja y el cinto.
Calzaba alpargatas y sobre ellas las clásicas canilleras, hechas de lonetas y en forma rectangular; del largo de la pierna y hasta la rodilla, tratando que su largo de dos vueltas a la pantorrilla. Las espuelas se ataban al empeine con tiras de tiento.
Llevaba, como accesorios, su rebenque o su guacha enana; el poncho o ponchillo (también con los colores de la divisa política). Su sombrero era de copa chata y redonda, generalmente de color negro y el barbijo de cuero o lana.
En cuanto a la vestimenta de la dama, llevaba blusa de color blanco o con estampado de colores; tenía un volado amplio en el cuello y mangas hasta el codo, con terminación de puntillas al igual que en el cuello; enagua (que armaba la pollera) y la pollera. Esta última era amplia y estaba realizada en tela de algodón de colores intensos, lisos o estampados. Tenía volados en el ruedo y cubría la pantorrilla.
Se calzaba alpargatas o zapatos que tenían una presilla en el empeine y tacones.
Se peinaba con dos trenzas sujetadas con cintas en las puntas. Si llevaba pañuelo al cuello (cosa que no siempre ocurría), éste casi siempre tenía los colores de la divisa política.
Ahora bien, si ponemos el acento en el “espíritu” que queremos transmitir con cada uno de los chamamés, encontramos diferentes clases de ellos, a saber:
• Chamamé cangüí o triste: caracterizado por ser una música lenta, llena de nostalgia –y así se demuestra en su danza, mucho más acompasada-; también es llamado “chamamé canción”.
• Chamamé maceta: música de pulso más bien ligero y ritmo vivo. Generalmente, es el que se toca en los festivales y en los bailes y cuya duración suele ser más larga que de costumbre.
• Chamamé caté o elegante: es la versión de salón o de categoría. Generalmente es cantada en lengua guaraní.
• Chamamé rory o de contenido humorístico.
• Chamamé orillero: con gran influencia del tango. Se escucha, generalmente, en las periferias de las ciudades del ámbito guaraní.
Escuchar un chamamé es sentir la emoción que quiere transmitir su autor o compositor. Vamos a sentir que hierve todo nuestro ser y que la única manera de expresar tanto sentimiento es “pegando o dando un sapucay”. ¿Y qué es el sapucay? Es un grito de puro corazón y a plena garganta que brinda una o varias personas cuando, al escuchar un chamamé, el corazón nos da un vuelco de amor, de tristeza, de nostalgia, de alegría o de puro coraje, no más.
JOSÉ CORRENTINO
EN UN CABALLITO BLANCO
MI ABUELITA ME CONTÓ
QUE UN SANTO CRUZÓ LOS ANDES
Y TRES PUEBLOS LIBERTÓ.
EL SANTO ERA CORRENTINO
Y SE LLAMABA JOSÉ.
PAPÁ DE UNA LINDA NIÑA
QUE SU MERCEDITAS FUE.
SUENA EL CLARÍN, SUENA EL TAMBOR
ESTA ES LA HISTORIA QUE MÁS ME GUSTÓ.
LA DEL VALOR Y DE LA FE
DE UN CORRENTINO LLAMADO JOSÉ.
CUANDO TERMINÓ LA LUCHA
MUY LEJOS SE FUE JOSÉ,
PARA QUE LA PATRIA JOVEN
PUDIERA SOLA CRECER.
DEL BRAZO DE MERCEDITAS
JOSÉ CONTEMPLABA EL MAR
PENSANDO VOLVER UN DÍA
Y EN SU TIERRA DESCANSAR.
Z. Alcayaga y W. Belloso
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